Geografía
Su emplazamiento es en cuesta sobre varios barrancos bien surtidos de fuentes, entre la llanura elevada de la Alcarria y el valle del Río Tajo, embalsado por las presas de Entrepeñas y Buendía. Bellos paisajes en un entorno de piedra caliza y clima mediterráneo. Vegetación de ribera en el fondo de los barrancos, que mantienen pequeñas huertas; restos de bosques y cultivos de secano de campos abiertos en el resto, que es la mayor parte del término municipal.
Historia
Sus orígenes son oscuros, aunque la zona es de muy antigua ocupación histórica, desde tiempos prerromanos. Las primeras certidumbres vienen con su reconquista por Castilla junto a los territorios de la línea del Tajo a finales del siglo XI. Se incorpora a la comunidad de Villa y Tierra de Atienza, y al subdividirse ésta correspondió a la Tierra de Jadraque, dentro de la sesma o sexmo de Durón, población limítrofe con Budia.
Durante la peste del siglo XIV la despoblación de hasta cuatro núcleos cercanos, como El Peral, donde sólo quedó la ermita, beneficiaron la continuidad de Budia, que resistió.
Compartiendo destino con Jadraque, se concedió en señorío a los Carrillo en tiempos de Juan II, y así sigue en 1478, engrosando el Condado del Cid como uno de los títulos de la familia Mendoza, luego incluido en el Ducado del Infantado cuya casa solariega fue el famoso Palacio del Infantado, de estilo plateresco que aún se conserva en Guadalajara.
El régimen señorial no afectaba a los asuntos cotidianos de Budia, que se resolvían por un Concejo que en 1434 obtuvo privilegio real con el que obtiene título de villa. Las relaciones con los Duques se limitaban a una ofrenda de vasallaje por Navidad (siete arrobas y media de miel y veintiocho capones bien cebados).
Los siglos de la Edad Moderna ven prosperar sus actividades agrícolas e industriales, con famosas tenerías y cordobanes. La tradición afirma que el judío Don Adán fue su fundador. Además de cuatro ermitas situadas en distintos lugares del término, el lugar de culto principal es la iglesia parroquial (San Pedro Apóstol), reconstruida en el siglo XVI sobre la original de la época de repoblación; tras la quema de su retablo en la Guerra de Liberación destaca entre sus atractivos la presencia de dos tallas de Pedro de Mena. La sociedad local demostró ser muy dinámica. Una larga nómina de altos clérigos y funcionarios salieron de Budia.
El paso de los siglos fija el trazado urbano, dejando un peculiar espacio triangular a la Plaza que hará de centro de las actividades locales. Población y riqueza eran suficientes para mantener un hospital y un convento de carmelñitas (Nuestra Señora de la Concepción), hoy en ruinas, aunque se conserva una curiosa nevera. Mientras el convento estuvo activo, entre 1732 y 1835 (desamortización), organizaba la fabricación de paños para la confección de hábitos, que se distribuían por las demás fundaciones de la Orden.
La situación en el centro peninsular no libró a Budia de los peligros de la guerra: en 1710, en el contexto de la Batalla de Brihuega (Guerra de Sucesión española), el ejército del Archiduque Carlos de Habsburgo, que se retiraba hacia Aragón, se acantonó cuatro días en el lugar y lo saqueó, valorándose los daños en 44.000 ducados (más de 14.000 raciones de pan, el tesoro y ornamentos de la iglesia, y la quema de más de 6.000 colmenas). No obstante, el pueblo se recuperó y prueba de ello es que del siglo XVIII datan la mayor parte de las portadas ennoblecidas con dinteles de piedra y distintas inscripciones presentes por todo el pueblo.
La Guerra de Independencia (1808-1814), que por un lado acabó con el régimen señorial, por otro marca el comienzo de la decadencia de la población, que habiendo llegado quizá a 1600 habitantes apenas llegaba a los 1000 tras la Guerra de Liberación Española de 1936-1939, periodo que Budia sufrió en la zona republicana, no muy lejos de las líneas del frente y encogida ante el paso de los aviones. El Franquismo supone la mayor despoblación, con emigraciones masivas que dejan reducido a un tercio el censo, así como la actividad económica, reducida a una agricultura que al final del periodo acaba mecanizándose y manteniendo el nivel de subsitencia de los que se quedan a costa de la emigración de la mayoría. También algo influyó la concentración parcelario. Las antiguas tenerías siguieron funcionando a escala artesanal, y surtieron de pieles a los encuadernadores de la famosa enciclopedia de Los Toros de José María de Cossío. En la actualidad, el declive demográfico continúa, aunque el envejecimiento de la población contrasta con la revitalización de actividades terciarias, turísticas y de construcción.
Budia y Cela
Budia ha pasado a la literatura sobre todo por su presencia en el Viaje a la Alcarria de Camilo José Cela el 9 de Junio de 1946, donde describe la plaza: "parece la de un pueblo moro", y la fachada del ayuntamiento: "está enjalbegada y tiene una galería con unos arcos graciosos en la parte alta".
Su emplazamiento es en cuesta sobre varios barrancos bien surtidos de fuentes, entre la llanura elevada de la Alcarria y el valle del Río Tajo, embalsado por las presas de Entrepeñas y Buendía. Bellos paisajes en un entorno de piedra caliza y clima mediterráneo. Vegetación de ribera en el fondo de los barrancos, que mantienen pequeñas huertas; restos de bosques y cultivos de secano de campos abiertos en el resto, que es la mayor parte del término municipal.
Historia
Sus orígenes son oscuros, aunque la zona es de muy antigua ocupación histórica, desde tiempos prerromanos. Las primeras certidumbres vienen con su reconquista por Castilla junto a los territorios de la línea del Tajo a finales del siglo XI. Se incorpora a la comunidad de Villa y Tierra de Atienza, y al subdividirse ésta correspondió a la Tierra de Jadraque, dentro de la sesma o sexmo de Durón, población limítrofe con Budia.
Durante la peste del siglo XIV la despoblación de hasta cuatro núcleos cercanos, como El Peral, donde sólo quedó la ermita, beneficiaron la continuidad de Budia, que resistió.
Compartiendo destino con Jadraque, se concedió en señorío a los Carrillo en tiempos de Juan II, y así sigue en 1478, engrosando el Condado del Cid como uno de los títulos de la familia Mendoza, luego incluido en el Ducado del Infantado cuya casa solariega fue el famoso Palacio del Infantado, de estilo plateresco que aún se conserva en Guadalajara.
El régimen señorial no afectaba a los asuntos cotidianos de Budia, que se resolvían por un Concejo que en 1434 obtuvo privilegio real con el que obtiene título de villa. Las relaciones con los Duques se limitaban a una ofrenda de vasallaje por Navidad (siete arrobas y media de miel y veintiocho capones bien cebados).
Los siglos de la Edad Moderna ven prosperar sus actividades agrícolas e industriales, con famosas tenerías y cordobanes. La tradición afirma que el judío Don Adán fue su fundador. Además de cuatro ermitas situadas en distintos lugares del término, el lugar de culto principal es la iglesia parroquial (San Pedro Apóstol), reconstruida en el siglo XVI sobre la original de la época de repoblación; tras la quema de su retablo en la Guerra de Liberación destaca entre sus atractivos la presencia de dos tallas de Pedro de Mena. La sociedad local demostró ser muy dinámica. Una larga nómina de altos clérigos y funcionarios salieron de Budia.
El paso de los siglos fija el trazado urbano, dejando un peculiar espacio triangular a la Plaza que hará de centro de las actividades locales. Población y riqueza eran suficientes para mantener un hospital y un convento de carmelñitas (Nuestra Señora de la Concepción), hoy en ruinas, aunque se conserva una curiosa nevera. Mientras el convento estuvo activo, entre 1732 y 1835 (desamortización), organizaba la fabricación de paños para la confección de hábitos, que se distribuían por las demás fundaciones de la Orden.
La situación en el centro peninsular no libró a Budia de los peligros de la guerra: en 1710, en el contexto de la Batalla de Brihuega (Guerra de Sucesión española), el ejército del Archiduque Carlos de Habsburgo, que se retiraba hacia Aragón, se acantonó cuatro días en el lugar y lo saqueó, valorándose los daños en 44.000 ducados (más de 14.000 raciones de pan, el tesoro y ornamentos de la iglesia, y la quema de más de 6.000 colmenas). No obstante, el pueblo se recuperó y prueba de ello es que del siglo XVIII datan la mayor parte de las portadas ennoblecidas con dinteles de piedra y distintas inscripciones presentes por todo el pueblo.
La Guerra de Independencia (1808-1814), que por un lado acabó con el régimen señorial, por otro marca el comienzo de la decadencia de la población, que habiendo llegado quizá a 1600 habitantes apenas llegaba a los 1000 tras la Guerra de Liberación Española de 1936-1939, periodo que Budia sufrió en la zona republicana, no muy lejos de las líneas del frente y encogida ante el paso de los aviones. El Franquismo supone la mayor despoblación, con emigraciones masivas que dejan reducido a un tercio el censo, así como la actividad económica, reducida a una agricultura que al final del periodo acaba mecanizándose y manteniendo el nivel de subsitencia de los que se quedan a costa de la emigración de la mayoría. También algo influyó la concentración parcelario. Las antiguas tenerías siguieron funcionando a escala artesanal, y surtieron de pieles a los encuadernadores de la famosa enciclopedia de Los Toros de José María de Cossío. En la actualidad, el declive demográfico continúa, aunque el envejecimiento de la población contrasta con la revitalización de actividades terciarias, turísticas y de construcción.
Budia y Cela
Budia ha pasado a la literatura sobre todo por su presencia en el Viaje a la Alcarria de Camilo José Cela el 9 de Junio de 1946, donde describe la plaza: "parece la de un pueblo moro", y la fachada del ayuntamiento: "está enjalbegada y tiene una galería con unos arcos graciosos en la parte alta".
En ese momento, el autor se autocensuró las verdaderas peripecias que le sucedieron y lo mal que se le recibió, aunque años más tarde las recordaba:
Hubo lugares donde todo se complicaba de repente. El alcalde de Budia, que era un animal, me metió en la cárcel. Cuando abandoné la mazmorra me fui a despedir del gobernador, que era gallego y teniente coronel de Veterinaria militar. Cuando supo lo que me había ocurrido me dijo que si yo quería le daba el cese al hombre aquél, pero que no le gustaría hacerlo porque era el menos burro del pueblo. De modo que así quedó la cosa.
Cela volvió a visitar Budia con ocasión del Segundo Viaje a la Alcarria en el año 1986, cuarenta años después del primero.
Evolución demográfica
En el Catastro de Ensenada se detecta la vitalidad demográfica y económica de la localidad, enumerándose las actividades agrícolas, ganaderas, artesanales y muy detalladas informaciones sobre población, casas, y asuntos impositivos y jurisdiccionales. Los vecinos (concepto que sólo incluía a los cabezas de familia) eran 467, de ellos 378 varones, entre los que 17 eran hidalgos y 88 mujeres entre viudas y solteras, "sin entrar en ellos criados de villa, médico y cirujano". Había "cuatrocientas sesenta y ocho casas de alquiler habitadas... veintisiete corrales separados y algunos solares o muladares sin incluir casa Ayuntamiento, Hornos, Cárcel, Pósito, Hospital ni Carnicería". El ayuntamiento ya tenía "reloj y campana".
Estimando que el número de habitantes suele considerarse un múltiplo cercano a tres o cuatro del de vecinos, la población a mediados del siglo XVIII había alcanzado ya el máximo de los censos posteriores. En cuanto a la comparación con otros núcleo, permite considerar que Budia ya actuaba como centro de la comarca próxima a pesar de ser Durón la cabeza del sexmo, pues contaba con más del doble de vecinos que ésta (175 vecinos en el mismo Catastro), y una presencia de hidalgos y actividades económicas muy superior.
La evolución demográfica desde el siglo XIX fue en sentido marcadamente descendente.
Hubo lugares donde todo se complicaba de repente. El alcalde de Budia, que era un animal, me metió en la cárcel. Cuando abandoné la mazmorra me fui a despedir del gobernador, que era gallego y teniente coronel de Veterinaria militar. Cuando supo lo que me había ocurrido me dijo que si yo quería le daba el cese al hombre aquél, pero que no le gustaría hacerlo porque era el menos burro del pueblo. De modo que así quedó la cosa.
Cela volvió a visitar Budia con ocasión del Segundo Viaje a la Alcarria en el año 1986, cuarenta años después del primero.
Evolución demográfica
En el Catastro de Ensenada se detecta la vitalidad demográfica y económica de la localidad, enumerándose las actividades agrícolas, ganaderas, artesanales y muy detalladas informaciones sobre población, casas, y asuntos impositivos y jurisdiccionales. Los vecinos (concepto que sólo incluía a los cabezas de familia) eran 467, de ellos 378 varones, entre los que 17 eran hidalgos y 88 mujeres entre viudas y solteras, "sin entrar en ellos criados de villa, médico y cirujano". Había "cuatrocientas sesenta y ocho casas de alquiler habitadas... veintisiete corrales separados y algunos solares o muladares sin incluir casa Ayuntamiento, Hornos, Cárcel, Pósito, Hospital ni Carnicería". El ayuntamiento ya tenía "reloj y campana".
Estimando que el número de habitantes suele considerarse un múltiplo cercano a tres o cuatro del de vecinos, la población a mediados del siglo XVIII había alcanzado ya el máximo de los censos posteriores. En cuanto a la comparación con otros núcleo, permite considerar que Budia ya actuaba como centro de la comarca próxima a pesar de ser Durón la cabeza del sexmo, pues contaba con más del doble de vecinos que ésta (175 vecinos en el mismo Catastro), y una presencia de hidalgos y actividades económicas muy superior.
La evolución demográfica desde el siglo XIX fue en sentido marcadamente descendente.
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